FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES (Cuba/España)
Criterio.
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Froilán Escobar (San Antonio de los Baños, Cuba, 1944, residente en Costa Rica desde 1992, donde se dedica a la docencia universitaria y siempre a escribir su obra) considera a La última adivinanza del mundo como su mejor novela, tal cual si fuera posible dentro de las excelencias de su narrativa, que existe con maestría en varios géneros y ostenta, entre más reconocimientos, cuatro premios de primer nivel, distinguir una cima por sobre otras cumbres.
Escobar es Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Política y en Cuba, obtuvo en dos ocasiones, el Premio Nacional de la Crítica por los libros Martí a flor de labios y La vieja que vuela (1991 y 1993, respectivamente); y en Costa Rica, en el 2006, su novela Ella estaba donde no se sabía recibió dos premios nacionales: el “Aquileo J. Echeverría” y el Premio Áncora.
En La última adivinanza del mundo (Editorial Universidad Estatal a Distancia /UNED/ San José, Costa Rica, 2009), que desde un personaje con voz de humanidad colectiva, desde su mirada de desciframientos y desde la trascendencia de sus conflictos; que desde el intenso suceder de uno de esos seres a los que la sociedad no suele conferir palabra significativa, y desde su relato, aborda redimensionándola, y poetizando su heroísmo y su ejemplo, la gesta independentista de los mambises contra el colonialismo español en el Siglo XIX, se agiganta en justicia la presencia de Antonio Maceo como arquetipo del pueblo y sus valores.
En esta novela de lo histórico recreado, de una ficción que profundiza raíces para reconocer, redescubrir y afirmar identidad, lo culto y lo coloquial se entretejen en la riqueza de un lenguaje que transparenta al máximo esa función que es sentido de la literatura de utilizar el lenguaje para llamar la atención sobre sí mismo, sobre la propia presencia de la verbalidad, para ser arte donde fondo y forma alcanzan la excelsitud de una unidad que cuando es, como en esta novela, resulta inimaginable destrenzar.
No es éste, de lo culto y lo coloquial en el léxico y sus sugerentes desbordamientos, el único entretejido que en su torrente, cincelado, y a la vez coherente y fluido, comparte La última adivinanza del mundo; al unísono la novela entreteje realismo crítico y realismo poético, crónica y expresionismo, para ensanchar una narración que, al responder a la esencia de lo cubano, plasma la presencia mágica de la religiosidad afrocaribeña, de sus creencias y de sus misterios, de sus mitos y de sus ritos, de sus universos y de sus poderes.
Esa suerte de hilo conductor que son las frases de la madre desde el amor, sus pedidos, observaciones, recomendaciones, órdenes, a las que se suman las frases por igual bienintencionadas de la santera, va devolviéndonos al relato de la hija y a la obsesión por su padre que ha marchado a hacer la guerra necesaria como mambí y que como mambí se agiganta, mientras entran y salen, desaparecen unos y reaparecen otros personajes, todos consistentes en la corriente narrativa; y donde destacan junto a la protagonista, por sus presencias, tan disímiles, el Taita Iyondó y Mamá Goyita –tan fulgurantes, tan de ferocidades uno, tan de encantamientos religiosos la otra, que alguna vez quizás en otras obras literarias tendrán sus propios monólogos independientes, tan de excepción devienen–. Y es que por citar un caso, la escena del canibalismo del tío, del Taita Iyondó, relatada por el personaje central, la hija que ansía a su padre, es de una singularidad, de una brutalidad, de una violencia de lo real y de un poderío literario monumentales.
He tenido el privilegio de escucharle* a Froilán Escobar contar la génesis de esta novela, comenzando en un café de resplandores y prosiguiendo mientras caminábamos por Madrid de la Plaza de Oriente a la Gran Vía; el placer de sentirle, desde un estado hipnótico, la piel y las entrañas a los orígenes de esta historia; el deslumbramiento de imaginarla en sus palabras, su voz y su cuerpo tan vivos antes de leerla.
Por último: Ah, esa frase final de la novela que no puedo citar en este comentario: Qué rotundidad y que apertura. Qué culminación y qué incitación. Será para que unos corran a leer esta obra descomunal, será para que otros nos encaminemos a releerla.**
* Nota del Gabinete de Prensa de la CIINOE: En Madrid, 16 de Julio de 2010, en el Café de Oriente, el encuentro de cuatro amigos: Helia Betancourt, investigadora, escritora y Decana de la Universidad Federada de Costa Rica, Froilán Escobar, José Víctor Martínez Gil, narrador oral escénico, escritor y Director Ejecutivo de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) y el autor de este texto crítico. Con esa conversación comenzó la entrevista de F. Garzón Céspedes a Froilán Escobar “Lo mío es una experiencia de susurros” (que cubrió varias etapas y cauces a lo largo de semanas), de próxima aparición en Colección Contemporáneos del Mundo, Cuaderno 7, Indagación sobre la narrativa, Ediciones COMOARTES, CIINOE/COMOARTES, Madrid / México D. F., 2010.
** Nota del Gabinete de Prensa de la CIINOE: Próximamente este texto en Notas de lector: Condición Literatura, Francisco Garzón Céspedes, Colección Los Cuadernos de las Gaviotas, 11, Ediciones COMOARTES, CIINOE/COMOARTES, Madrid, España / México D. F., México, 2010.
Escobar es Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Política y en Cuba, obtuvo en dos ocasiones, el Premio Nacional de la Crítica por los libros Martí a flor de labios y La vieja que vuela (1991 y 1993, respectivamente); y en Costa Rica, en el 2006, su novela Ella estaba donde no se sabía recibió dos premios nacionales: el “Aquileo J. Echeverría” y el Premio Áncora.
En La última adivinanza del mundo (Editorial Universidad Estatal a Distancia /UNED/ San José, Costa Rica, 2009), que desde un personaje con voz de humanidad colectiva, desde su mirada de desciframientos y desde la trascendencia de sus conflictos; que desde el intenso suceder de uno de esos seres a los que la sociedad no suele conferir palabra significativa, y desde su relato, aborda redimensionándola, y poetizando su heroísmo y su ejemplo, la gesta independentista de los mambises contra el colonialismo español en el Siglo XIX, se agiganta en justicia la presencia de Antonio Maceo como arquetipo del pueblo y sus valores.
En esta novela de lo histórico recreado, de una ficción que profundiza raíces para reconocer, redescubrir y afirmar identidad, lo culto y lo coloquial se entretejen en la riqueza de un lenguaje que transparenta al máximo esa función que es sentido de la literatura de utilizar el lenguaje para llamar la atención sobre sí mismo, sobre la propia presencia de la verbalidad, para ser arte donde fondo y forma alcanzan la excelsitud de una unidad que cuando es, como en esta novela, resulta inimaginable destrenzar.
No es éste, de lo culto y lo coloquial en el léxico y sus sugerentes desbordamientos, el único entretejido que en su torrente, cincelado, y a la vez coherente y fluido, comparte La última adivinanza del mundo; al unísono la novela entreteje realismo crítico y realismo poético, crónica y expresionismo, para ensanchar una narración que, al responder a la esencia de lo cubano, plasma la presencia mágica de la religiosidad afrocaribeña, de sus creencias y de sus misterios, de sus mitos y de sus ritos, de sus universos y de sus poderes.
Esa suerte de hilo conductor que son las frases de la madre desde el amor, sus pedidos, observaciones, recomendaciones, órdenes, a las que se suman las frases por igual bienintencionadas de la santera, va devolviéndonos al relato de la hija y a la obsesión por su padre que ha marchado a hacer la guerra necesaria como mambí y que como mambí se agiganta, mientras entran y salen, desaparecen unos y reaparecen otros personajes, todos consistentes en la corriente narrativa; y donde destacan junto a la protagonista, por sus presencias, tan disímiles, el Taita Iyondó y Mamá Goyita –tan fulgurantes, tan de ferocidades uno, tan de encantamientos religiosos la otra, que alguna vez quizás en otras obras literarias tendrán sus propios monólogos independientes, tan de excepción devienen–. Y es que por citar un caso, la escena del canibalismo del tío, del Taita Iyondó, relatada por el personaje central, la hija que ansía a su padre, es de una singularidad, de una brutalidad, de una violencia de lo real y de un poderío literario monumentales.
He tenido el privilegio de escucharle* a Froilán Escobar contar la génesis de esta novela, comenzando en un café de resplandores y prosiguiendo mientras caminábamos por Madrid de la Plaza de Oriente a la Gran Vía; el placer de sentirle, desde un estado hipnótico, la piel y las entrañas a los orígenes de esta historia; el deslumbramiento de imaginarla en sus palabras, su voz y su cuerpo tan vivos antes de leerla.
Por último: Ah, esa frase final de la novela que no puedo citar en este comentario: Qué rotundidad y que apertura. Qué culminación y qué incitación. Será para que unos corran a leer esta obra descomunal, será para que otros nos encaminemos a releerla.**
* Nota del Gabinete de Prensa de la CIINOE: En Madrid, 16 de Julio de 2010, en el Café de Oriente, el encuentro de cuatro amigos: Helia Betancourt, investigadora, escritora y Decana de la Universidad Federada de Costa Rica, Froilán Escobar, José Víctor Martínez Gil, narrador oral escénico, escritor y Director Ejecutivo de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) y el autor de este texto crítico. Con esa conversación comenzó la entrevista de F. Garzón Céspedes a Froilán Escobar “Lo mío es una experiencia de susurros” (que cubrió varias etapas y cauces a lo largo de semanas), de próxima aparición en Colección Contemporáneos del Mundo, Cuaderno 7, Indagación sobre la narrativa, Ediciones COMOARTES, CIINOE/COMOARTES, Madrid / México D. F., 2010.
** Nota del Gabinete de Prensa de la CIINOE: Próximamente este texto en Notas de lector: Condición Literatura, Francisco Garzón Céspedes, Colección Los Cuadernos de las Gaviotas, 11, Ediciones COMOARTES, CIINOE/COMOARTES, Madrid, España / México D. F., México, 2010.